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En 1 Corintios 7:25-40 hallamos el pasaje interesante del apóstol Pablo de donde surge esta pregunta. En el versículo 40, Pablo dice que él tiene el Espíritu Santo, lo cual no dudamos, ya que verdaderamente él fue un hombre de Dios. Él mismo también dice en el versículo 25 que, en cuanto a este tema, no tiene mandamiento del Señor, y comparte su parecer: “En cuanto a las vírgenes no tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer, como quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel”. 

Desde el principio, al crear el universo, Dios establece un patrón de seis días de trabajo por uno de descanso. Al descansar el séptimo día, nos muestra un principio importante: El hombre necesita descansar. Por esta razón dice: “Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación (Génesis 2:3). Al bendecir y santificar el séptimo día, establece el concepto de la semana laboral. 

Jesús sale al campo con la gente común y se sienta en una loma para enseñar a las multitudes el Sermón del monte. Él entra en esta tierra como un humilde siervo, y le muestra a la gente común cómo agradar al Padre. Él rehúsa quedarse con los grandes, ni espera que lo traten diferente por ser rabí. Es en este contexto que Jesús habla las palabras citadas en la pregunta: "Bienaventurados los pobres en Espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos".

En la primera epístola de Pedro, capítulo 3, versículos 3 y 4, hallamos un mensaje práctico para nosotros los que llevamos la imagen de Dios. “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. (énfasis nuestro)” 

¿Cómo puedo saber si soy salvo o no lo soy? ¿Por estar muy ocupado en actividades religiosas? ¿Por hacer milagros, sanidades, y echar fuera demonios? NO. En el Sermón del Monte (Mateo 5, 6 y 7) Jesús nos da a conocer las características de su reino. Nos enseña en qué debemos basar nuestra esperanza. Sus palabras van a contrapelo del concepto moderno en el cristianismo. Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

Los dones dados por el Espíritu Santo son meramente eso, regalos. El Espíritu los da a quienes él quiere. Podríamos comparar los dones con los regalos anticipados que el novio le entrega a su desposada, a manera de arras. Mientras ella espera en casa de su padre y se prepara, los regalos de su novio son el recordatorio de que él volverá por ella y la llevará para celebrar una boda. La Biblia claramente nos enseña que el Espíritu no da a todos los mismos dones.

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