- Inicia sesión o regístrate para enviar comentarios
- 100 vistas
Si Jesús nos regenera o cambia nuestra naturaleza pecaminosa, ¿por qué aún tenemos dicha naturaleza?
A pesar de que he leído varias veces el libro de Romanos, no he logrado comprenderlo a fondo. He aprendido que, al nacer de nuevo, Jesús limpia nuestros pecados, renueva o regenera nuestro espíritu al igual que nuestro corazón, y nos da poder para vencer el pecado. Sin embargo, en otros libros he leído que aún tenemos la naturaleza pecaminosa, y me pregunto por qué razón, si Jesús nos dio una nueva naturaleza.
No podemos tener dos naturalezas, ¿o sí?
Al hablar de la naturaleza del hombre, entendemos que, como hijos de Adán, nacemos con la naturaleza pecaminosa. Sin embargo, Jesús vino para darnos de su Espíritu y liberarnos del pecado, como lo explica Pablo: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna” (Romanos 6:22).
Al entregar nuestra vida a Jesús, nos damos cuenta de que seguimos viviendo en un cuerpo humano en donde está la naturaleza pecaminosa. No podemos escapar del cuerpo en el que vivimos, a no ser que Dios nos llame a la eternidad. Por lo tanto, mientras estemos en este cuerpo de carne, tendremos que luchar en contra de nuestra naturaleza pecaminosa. Cada vez que enfrentemos una tentación, tendremos que tomar una decisión, si seguiremos lo bueno o lo malo. Lucas 9:23 nos dice que es asunto de todos los días: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”.
Las enseñanzas del Nuevo Testamento nos muestran que pasamos a tener la capacidad para negar el pecado cuando antes no la teníamos. También nace el deseo de servir a Dios en nuestra mente o corazón, cuando antes no existía ese deseo en nosotros. No es tanto que haya un conflicto entre dos naturalezas, sino que el conflicto está entre nuestra carne y el Espíritu Santo que mora en nosotros. El mismo Espíritu que hace morir la carnalidad en nosotros: “Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Romanos 8:13).
Lo precioso es que cuando nos rendimos a Jesús y se lo pedimos, el Espíritu Santo entra en nuestro corazón y nos capacita, nos llena de poder espiritual para vivir en victoria sobre las tendencias naturales que hay en nosotros. Esta vida de Dios en nosotros es más poderosa que nuestra naturaleza pecaminosa, y podemos vivir en victoria mientras estemos sometidos a su voluntad para nosotros.