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¿Cómo sé que soy salvo?
¿Cómo puedo tener la certeza de que soy salvo?
¿Cómo puedo saber si soy salvo o no lo soy? ¿Por estar muy ocupado en actividades religiosas? ¿Por hacer milagros, sanidades, y echar fuera demonios? NO. En el Sermón del Monte (Mateo 5, 6 y 7) Jesús nos da a conocer las características de su reino. Nos enseña en qué debemos basar nuestra esperanza. Sus palabras van a contrapelo del concepto moderno en el cristianismo. Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23).
Con estas palabras Jesús nos da a entender que la prueba de nuestra salvación está en hacer la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos.
La salvación es por fe en Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:31) “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
Sin embargo, la evidencia de una fe viva es la vida transformada del creyente. Al ver en tu propia vida el fruto del Espíritu, nacido de esta relación con Dios, puedes estar seguro que lo que sucede es sobrenatural. Es de Dios.
“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:21).
"Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación (...) que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto (...) no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” (1 Tesalonicenses 4:3-7).
Dios sí desea que el creyente tenga confianza en que ha encontrado justificación y salvación.
En 1 Juan 1:4, el apóstol nos aclara que su propósito en escribirnos es para que nuestro gozo sea cumplido. Y en el capítulo 5, versículo 13 dice: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.”
“Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma (Hebreos 6:18, 19).