¿Mi religión me impide entrar al cielo?

En mi iglesia está prohibido escuchar música instrumental. En una convención de libros cristianos, cuando una orquesta comenzó a tocar, los líderes de la iglesia nos pidieron que saliéramos del lugar para no escuchar la música. Mi religión anabaptista me impide escuchar los mismos instrumentos que se escucharán en el cielo. 

Respuesta

Hermanos de toda época y de todo lugar han luchado con trazar la línea entre el bien y el mal. Existen males en los cuales no es tan claro dónde trazar la línea, y la música es un asunto poco claro. Desde Génesis 4, un hijo de Lamec el malo, nieto del tataranieto de Caín, fue “padre de todos los que tocan arpa y flauta”. No sabemos todo lo que sucedió con la música en esta época, pero sí vemos que Satanás la usó para mal, tal como sucede hoy en día. 

Con la historia de David, aprendemos que el tipo de música que tocaba este pastorcillo tenía un efecto calmante en el rey Saúl. David desarrolló sanamente el arte de la música e incluso formó coros de cantores con sus respectivos directores, todo para alabar a Dios. A David lo llamaron “el dulce cantor de Israel”. 

Sin embargo, aun en esa época también había música que desagradaba a Jehová Dios. El profeta Amós amonesta a los descarriados de Israel así: “oh vosotros que dilatáis el día malo, y acercáis la silla de iniquidad. Duermen en camas de marfil, y reposan sobre sus lechos; y comen los corderos del rebaño, y los novillos de en medio del engordadero; gorjean al son de la flauta, e inventan instrumentos musicales, como David; beben vino en tazones, y se ungen con los ungüentos más preciosos; y no se afligen por el quebrantamiento de José” (Amós 6:3-6). A lo largo del tiempo, podemos ver que Satanás siempre trataba de corromper la música buena de Dios, y esta iba acompañada de una actitud desinteresada en “el quebrantamiento de José”, o sea, los resultados del pecado de las tribus del norte. 

Al llegar al Nuevo Testamento, no vemos ningún mandamiento a favor o en contra de la música instrumental. Más bien, se habla de cantar en el corazón, dando enfoque al meollo del asunto: el corazón transformado es el que agrada a Dios. Colosenses 3:16 dice: “cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”. 

Ya que no hay mandamiento que dicte que sí debemos usar los instrumentos, y al ver las tantas maneras que Satanás ha usado la música instrumental para el mal, como tantos lo han hecho desde Jubal, las iglesias anabaptistas tienden a cuidarse de los efectos de la música mala. Hoy día hay música romántica, liviana y muchos ritmos rebeldes por todas partes. Quizás es imposible que nunca escuchemos música mala al andar por este mundo, pero si nuestro corazón desea la música sensual, seguramente tenemos la condición del corazón de Jubal. 

Al llegar a Apocalipsis, hay escenas celestiales donde vemos coros con arpas y trompetas, y estamos seguros de que en el cielo los instrumentos se usarán de manera sana. Ningún anabaptista diría que “en todo lugar y en toda era toda música instrumental es mala”. Sencillamente, en este tiempo malvado, reconocemos que los peligros son muchos y deseamos cuidarnos de las influencias de Satanás que se introducen por medio de los instrumentos musicales. 

Cuando los redimidos lleguemos a Sion, será una experiencia sublime estar libres de toda interferencia de Satanás que nos rodea. No por ser anabaptistas o por prohibir los instrumentos llegaremos allá, sino por sencillamente amar lo que Dios ama y por abstenernos de “toda especie de mal” (1 Tesalonicenses 5:22). 

En cuanto a “la religión”, creemos que lo que vemos hoy en día mayormente ha llegado a ser religión externa y falsa. La religión vana es la que yo solo actúo como cristiano, pero no he recibido la verdadera fe que me hace cambiar de corazón. ¡Con esta religión no entraré al cielo!

Santiago nos explica cómo es la religión verdadera: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1:27). Con esta religión sí tenemos aseguradas las mansiones celestiales. 

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