¿Quién fue Menno Simons?

Menno Simons nació en el año 1496 en la provincia de Frisia, en lo que hoy es parte de los Países Bajos, Europa, unos treinta años antes de la reforma. Fue ordenado sacerdote católico en 1524. Como sacerdote, Menno comenzó a leer la Biblia y se dio cuenta de que había mucho por aprender y cambiar en su propia vida. En 1536, se enfrentó con el pecado en su propio corazón y lloró amargamente pidiendo la gracia de Dios para cambiarlo. 

Al convertirse y unirse a los anabaptistas, Simons dejó su voto de celibato y se casó. Al año siguiente, fue ordenado obispo en la iglesia de Groninga. La vida de Simons tuvo tanto éxito que el rey Carlos V de España ofreció cien monedas de oro y un indulto a la persona que lo entregara en sus manos. Varios hermanos fueron ejecutados por ayudarle a Simons y proveer para sus necesidades. Menno fue instrumental en el crecimiento de la tercera rama de la reforma, llamada los anabaptistas.

En 1543, Simmons fue enviado al norte de lo que hoy es Alemania para plantar iglesias. Muchas veces tuvo que huir, dejando atrás a su esposa Geertruydt e hijos, y durante años no pudieron dar con su paradero. Simmons ayudó a consolidar el movimiento anabaptista, y con una imprenta clandestina que lo patrocinaba, produjo mucha literatura desde el punto de vista anabaptista. 

Menno llegó a ser de mucha influencia, al punto que comenzaron a llamar a los anabaptistas menistas, o menonitas, especulando que eran “seguidores de Menno”. El anabaptismo se fue formando como movimiento, enseñando una aplicación clara de las enseñanzas neotestamentarias del rechazo de la espada, la excomunión, el bautismo de adultos, la santa cena, el rechazo del juramento, entre otros. Menno rehusaba altercar con otros cristianos, y el movimiento anabaptista llegó a conocerse por su renuencia a practicar la violencia en ninguna manera ni por ninguna razón. Con su enseñanza clara y vida radicalmente dedicada al evangelio puro, Menno inspira hasta hoy a los que creemos en el evangelio: Evangelio que Menno lo describía así: 

Porque la verdadera fe evangélica es de tal naturaleza que no puede quedarse inactiva, sino que se manifiesta en toda justicia y obras de amor; muere a la carne y sangre; destruye todas las pasiones y deseos prohibidos; busca, sirve y teme a Dios; viste a los desnudos; alimenta a los hambrientos; consuela a los afligidos; alberga a los desamparados; ayuda y consuela a los entristecidos; devuelve bien por mal; sirve a los que te hacen daño; ora por quienes te persiguen; enseña, aconseja y reprende con la Palabra del Señor; busca a los perdidos; venda a los heridos; sana a los enfermos y salva a los débiles; se convierte en todas las cosas para toda la gente. La persecución, el sufrimiento y la angustia que resultan por causa de la verdad del Señor son para esta un gozo y consuelo glorioso. 

En el año 1561, Menno sufrió una complicación de enfermedad y murió al poco tiempo. Hoy en día, aún se pueden leer sus escritos, que después de muchos años todavía son de ánimo para los cristianos radicales.