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Si caigo en pecado, ¿será que no soy cristiano?
En 1 Juan 3:6 leemos: “Todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido”. Más adelante dice: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3:9, énfasis añadido). ¿Por qué dice que el cristiano no puede pecar?
Al leer el mensaje completo de las epístolas de Juan, esta pequeña porción pareciera contradecir el resto del mensaje. ¿Cómo es que el cristiano no puede pecar, si obviamente tiene la libertad de hacerlo?
Si leemos las palabras en el griego original, no se entiende tan tajante la frase “no puede pecar”. Creemos que es más apta la traducción de la NVI que dice: “Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; no puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios” (1 Juan 3:9 NVI, énfasis nuestro). Lo que sí queda claro es que la semilla de Dios es incompatible con el pecado. El que la posee, ¡dejará de pecar!
Ahora bien, ¿qué sucede si caemos en pecado? Proverbios 24:16 dice: “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal”. También Proverbios 28:13 dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. Nosotros tenemos el libre albedrío, que es el derecho de escoger cómo queremos vivir y actuar. Sin embargo, aunque tengamos un corazón transformado y temeroso de Dios, todavía somos humanos y susceptibles al engaño de Satanás. Él siempre busca la manera de engañarnos, y a veces le hacemos caso.
Cuando nos damos cuenta de que hemos sido engañados, tenemos la dicha de confesar nuestro pecado y alcanzar el perdón y la limpieza por la sangre de Jesús. Sin embargo, podemos usar la analogía de la gallina que cae en la laguna; chapaleará hasta escapar del agua.
Cuando nos desviamos de la naturaleza de Dios y tomamos la naturaleza pecaminosa, es ahí donde pecamos. Si decidimos seguir en pecado, deliberadamente escogemos apartarnos de Dios y vivir en el pecado. De vivir así, perdemos la naturaleza de Dios que mora en nosotros. Si la vida de Cristo está en nosotros, no seguiremos viviendo en el pecado. Al volver a la analogía del pecado como una laguna: seamos como la gallina, no como el pato. El pato sí se deleita en la laguna, mueve la cola y se zambulle profundamente.
Es cuando hemos sido engañados y escogemos seguir en pecado, que perdemos la vida espiritual. Si escogemos seguir una vida de pecado, ya no somos cristianos. Si nos arrepentimos genuinamente de todo pecado que cometemos, Dios nos perdona, y seguimos siendo sus hijos.
A veces quisiéramos ser super espirituales y llegar al punto donde ya nunca luchamos con la carne. Sin embargo, la Biblia nos muestra que no es así. Permitamos que sus palabras nos sigan animando en esta lucha:
Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:5-9).