Impresionantes rascacielos

—Roger Berry

En la tercera década del siglo XX, la ciudad de Nueva York logró tener el edificio más alto del mundo: el edificio Empire State. Este se alzaba imponentemente 381 metros sobre la ciudad y capturaba la curiosidad y admiración de millones de visitas. Sin embargo, el edificio Empire State estaba destinado a perder su prestigio. En el año 1972, el World Trade Center (centro de comercio mundial), también ubicado en la ciudad de Nueva York, completó las torres gemelas que medían treinta metros más que el edificio Empire State.

Sin embargo, las torres gemelas no ocuparon el primer lugar en el mundo mucho tiempo. Dos años después, otro edificio ubicado en Chicago aventajó a las torres gemelas. La torre Sears medía 442 metros de altura.

En el 2010 se construyó un edificio de mayor altura en Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos. Fue llamado “Burj Khalifa”. La parte inferior contiene oficinas, y los espirales alcanzan hasta los 830 metros, casi duplicando la altura de las torres gemelas. ¿Por cuánto tiempo tendrá el Burj Khalifa el honor de ser el edificio más alto del mundo? No lo sabemos. Probablemente pronto será superado por otro edificio, a no ser que los gobiernos le impongan un límite a la altura de los rascacielos.

A nosotros nos fascinan los edificios grandes o los eventos que rompen el récord. Podemos comprar libros que nos cuentan el récord establecido en longitud, anchura, altura o profundidad. Podemos averiguar cuál es el hombre que corre más rápido, cuál es el
más pesado, cuál fue el ataúd más grande, y hasta saber quién tiene más largas las uñas de los pies.

Por alguna razón, los seres humanos tienden a competir por estos logros para ganar reconocimiento. Todo parece centrarse en ser reconocidos. El reconocimiento de ser el “más grande” pasa de edificio en edificio o persona en persona. Pronto el logro que causaba tanta admiración, queda en el olvido.

Veamos el caso de Ciro el Grande, el soberano del imperio persa, que, cinco siglos antes de Cristo, controlaba el mundo. Había construido una de las capitales más bellas del mundo, llamada Persépolis. Pero comprendió que algún día los enemigos podrían arrasar su bella ciudad, y por esta razón mandó esculpir escenas comunes de ese entonces, junto con dibujos de él mismo, en un acantilado. Mandó a los artesanos inscribir en tres idiomas sus grandes logros. ¿Por qué hizo esto Ciro? Dijo que quería que su nombre fuera recordado por más tiempo que el de los otros reyes a su derredor.

El imperio magnificente de Ciro al fin fue destruido. Las personas se olvidaron de él. La ciudad de Persépolis fue quemada por Alejandro Magno. Las inscripciones en el acantilado permanecieron, pero con el paso del tiempo los hombres olvidaron cómo leerlos. Fue hasta en los tiempos modernos que pudieron los eruditos descifrar las inscripciones. Después de 2.500 años, otra vez aprendimos algo de la fama de Ciro. Ciro se esforzó para que muchos se recordaran de él, pero fue olvidado durante muchos siglos. Hoy en día, ¿qué hace la gente para ganar reconocimiento? ¿Los recordará la próxima generación? Con el paso del tiempo los recuerdos de su grandeza se disiparán. 

¿Qué de lo que tú haces para ganar reconocimiento? Las personas se olvidan, y el tiempo se acabará. El único reconocimiento duradero es el que viene de Dios, el cual nunca olvida nada. ¿Estamos buscando el reconocimiento de Dios o el de los hombres? "Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad". 

Sí importa de quién buscamos el reconocimiento. ¿Para quién hacemos lo que hacemos? El reconocimiento del mundo es transitorio; pronto se desvanece y nunca más volvemos a verlo. Sin la aprobación de parte de Dios nos encontramos indefensos y sin esperanza en cuanto a nuestro destino eterno. La muerte puede llegar en cualquier momento: por medio de un accidente automovilístico o una enfermedad temida. Todo lo que nos parecía ser grandes logros de pronto se vuelve insignificante.

La verdadera grandeza será el poder llegar a la presencia de Dios y pasar a la eternidad con él. El mayor cumplido será escuchar las palabras “Bien, buen siervo y fiel (...) entra en el gozo de tu señor”.

“Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”.

*tomado de Una Mano Amiga 5

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