La cura para el alcoholismo

—Harold S. Martin

La droga más destructiva que se consume hoy en día es el alcohol. El alcoholismo es uno de los problemas nacionales más graves. Unas estadísticas recientes indican que en Estados Unidos dos de cada tres adultos beben alcohol. Hay dieciocho millones de personas con problemas de alcoholismo, de las cuales diez millones son alcohólicos confirmados. Los niños y jóvenes consumen cada vez más bebidas alcohólicas. Casi cuatro de cada cinco estudiantes del último año de secundaria han consumido alcohol en el último mes. Más del sesenta por ciento de los alumnos de séptimo grado de nuestro país beben. Un tercio de los estudiantes de secundaria de nuestro país se jactan de emborracharse al menos una vez al mes.

Evangeline Booth (famosa por el Ejército de Salvación) dijo una gran verdad cuando afirmó que el alcohol ha derramado más sangre, ha colgado más crespones, ha arruinado a más personas, ha armado a más villanos, ha matado a más niños, ha roto más matrimonios, ha destruido más virilidades, ha deshonrado a más mujeres, ha roto más corazones y ha cavado más tumbas que cualquier otro flagelo venenoso que haya azotado al mundo.

Hay diversas razones por las cuales beber alcohol. Algunos quieren celebrar algo. Otros dicen que el beber los relaja. Los jóvenes a menudo quieren pertenecer al “grupo de los elegidos”. Otros beben para intentar ahogar sus problemas. En otras palabras, la mayoría de las personas empiezan a beber para presumir, aliviar tensiones, olvidar sus preocupaciones o escapar de la realidad. Los medios de comunicación anuncian las bebidas alcohólicas con imágenes de felicidad, éxito, poder, independencia, romance y satisfacción sexual. Sin embargo, estas son precisamente las cualidades que destruye al consumidor de alcohol.

En los últimos años, la preocupación nacional por la amenaza del sida y el consumo generalizado de heroína, cocaína, marihuana y crack han eclipsado la terrible magnitud del problema del alcohol. Sin embargo, si sumamos el número de personas que mueren de sida al número de personas que mueren cada año por el consumo de drogas ilegales, el total ni siquiera se acerca a la cantidad de personas que mueren por enfermedades, accidentes y delitos relacionados con el alcohol. El alcohol está matando a más personas que las guerras más mortíferas de la historia. Cada año mata setenta veces más estadounidenses que la guerra de Vietnam.

1. Efectos nocivos

Abraham Lincoln dijo una vez que consumir bebidas alcohólicas es «un cáncer para la sociedad, que devora sus entrañas y amenaza con destruirla». Los lugares donde se venden y consumen bebidas alcohólicas son los primeros lugares donde la policía buscará delitos y los últimos donde buscará virtud.

El alcohol contribuye en gran medida al deterioro del bienestar físico. La organización multimedia U.S. News and World Report (30 de noviembre de 1987) describe el precio que el alcohol hace pagar al cuerpo humano. El abuso prolongado del alcohol provoca un aumento notable del cáncer de hígado, estómago y colon. El alcohol destruye miles de células cerebrales irremplazables con cada trago. El vino y la cerveza provocan la inflamación del revestimiento del estómago, lo que a menudo conduce a la formación de úlceras pépticas. El abuso crónico del alcohol suele provocar hipertensión arterial, lo que aumenta el riesgo de accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos. De hecho, el alcohol “comienza a alterar el funcionamiento de prácticamente todos los órganos desde el momento en que entra en el organismo”. Los alcohólicos viven entre diez y doce años menos que los que no beben. El alcohol puede incluso atravesar la placenta y llegar al feto en desarrollo dentro del cuerpo de una mujer embarazada, y sus efectos nocivos pueden transmitirse a los recién nacidos a través de la leche materna.

Además, el alcohol suele conducir a diversas actividades delictivas. La U. S. News and World Report (30 de noviembre de 1987) afirma que «el alcohol es un factor en casi la mitad de los asesinatos, suicidios y muertes accidentales en Estados Unidos. En total, se cobran cien mil vidas al año, veinticinco veces más que todas las drogas ilegales juntas». El Consejo Nacional de Seguridad informa que más de la mitad de las mil personas que pierden la vida cada semana en las carreteras de Estados Unidos son víctimas de conductores ebrios. El 60% de los delitos sexuales contra niños están relacionados con el abuso del alcohol. El alcohol es responsable de más ingresos hospitalarios que cualquier otra causa. El 80% de todas las personas encarceladas se debe a delitos relacionados con el alcohol.

A todas estas muertes y lesiones hay que añadir el desperdicio económico, las vidas destrozadas, los hogares rotos, el dolor, las peleas, la miseria y la agonía por causa de la bebida, y empezamos a hacernos una idea de los efectos nocivos del alcohol. Sin duda, estos datos por sí solos deberían bastar para convencer a las personas sensatas de que no beban.

2. Consumo moderado

Por lo general, la gente no bebe cinco o seis cócteles la primera vez que prueba el alcohol. El beber suele comenzar como un acto social, algo que se hace para estar bien entre el grupo, como tomarse una Coca-Cola. Sin embargo, consumir alcohol con moderación suele conducir a un consumo más frecuente. Mi padre me dio un buen consejo cuando yo era adolescente. Me dijo: “Harold, si nunca pruebas las bebidas alcohólicas, jamás te convertirás en borracho”. ¡Y es verdad! Muchos de los que beben quieren limitarse a tomar alcohol de vez en cuando, pero al final se vuelven adictos.

La mayoría de nosotros ha visto lo que el alcohol les hace a las personas, a las familias y a los hogares, por lo que nuestra actitud debería ser rechazar las llamadas bebidas “amigables”. Sé que el apóstol Pablo le dijo a Timoteo que tomara vino “por causa de tu estómago” (1 Timoteo 5:23), pero es obvio que le aconsejaba que tomara una pequeña cantidad de vino como medicina. Fíjate también en que el hecho de que Cristo convirtiera el agua en vino (Juan 2:1-11), no es ningún argumento a favor del consumo de alcohol. La palabra traducida como “vino” puede referirse simplemente al zumo de fruta sin fermentar, pero incluso si lo que Jesús hizo fue un vino fermentado, los vinos y bebidas destiladas de hoy en día son mucho más fuertes y sus efectos nocivos son mucho mayores. (Es sorprendente cuántas personas que odian la Biblia y no la leen, luego la utilizan como excusa para beber).

Quienes justifican la bebida social ignoran el hecho reconocido de que una de cada diez personas que prueba la bebida alcohólica por primera vez acaba convirtiéndose en consumidor compulsivo. También para quienes han adquirido el hábito de beber, la vida es una montaña rusa descontrolada que conduce al desastre. Para el consumidor de bebidas alcohólicas, incluso la reunión más inocente con la familia o los amigos —una boda, una reunión informal en la acera o una reunión festiva— puede convertirse en una pesadilla de tentación e indulgencia.

Algunos dicen que beber alcohol es incorrecto solamente si no se consume con moderación. Si una persona es moderada en su consumo de alcohol, entonces, dicen, beber es permisible y legítimo. Ridiculizan el concepto de la abstinencia total. Es cierto que la abstinencia total no puede defenderse como un mandato directo de la Biblia, pero (al igual que en el caso de la esclavitud y la poligamia) se puede construir un buen argumento a favor de la abstinencia total del alcohol basado en principios bíblicos básicos. El consumo de bebidas alcohólicas nunca ha aportado nada bueno a la familia humana. Este arruina la vida familiar, daña el cuerpo físico y crea un entorno propicio para la violencia y la maldad. Cuando hablamos de bebidas alcohólicas, no nos referimos a una bebida común como la limonada. ¡Nos referimos a una droga extremadamente dañina y adictiva! Sin duda, incluso beber con moderación es una práctica peligrosa.

3. La advertencia de Dios

Algunos tratan de restarle importancia al consumo de alcohol como un pasatiempo inocente, pero desde el punto de vista de Dios, consumir bebidas intoxicantes no es ninguna broma.

Los directores de algunos centros de tratamiento explican que el alcoholismo es una enfermedad con base genética. Culpan al “desequilibrio neuroquímico” del consumo de alcohol. La Asociación Médica Americana ha declarado oficialmente que el alcoholismo es una enfermedad. La idea de que el alcoholismo es una enfermedad no es nueva. Benjamin Rush (uno de los firmantes de la Declaración de Independencia) concluyó que el consumo de alcohol era involuntario en quienes lo consumían. Una reciente encuesta de Gallup reveló que el 87% de la población de nuestro país está de acuerdo con el concepto de enfermedad. Esta opinión cada vez más extendida (que califica el alcoholismo de enfermedad) ha eliminado gran parte del estigma asociado al consumo de alcohol. La gente considera tal consumo como una enfermedad más que como un signo de decadencia moral.

Desde el punto de vista de Dios, quienes consumen alcohol no están enfermos, sino que son pecadores. Cuando llegue el Día del Juicio, esta excusa poco convincente que afirma que el alcoholismo es una enfermedad no será válida. El borracho aparece en las Escrituras junto con los ladrones, los mentirosos, los estafadores y los asesinos, como personas que corren el peligro de no entrar en el cielo, a menos que se arrepientan (Gálatas 5:19-21, 1 Corintios 6:9-10). La Biblia dice en cuanto al alcohol: “Mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor” (Proverbios 23:32). De nuevo, Dios habla, tal y como se escribe en Proverbios 20:1: “El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio”. 

Dios condena claramente el consumo de bebidas intoxicantes. De hecho, él dice en 1 Corintios 6:9-10: ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, (…) ni los borrachos, (…) heredarán el reino de Dios”. No te equivoques, ¡el Señor Dios condena enérgicamente el consumo de alcohol! ¡El alcoholismo es un pecado que aleja a las personas del cielo! El predicador que nunca alza la voz contra el consumo de alcohol no es fiel al mensaje de la Biblia.

El pasaje bíblico que dice que los borrachos no heredarán el reino de Dios concluye (en 1 Corintios 6:11) en esencia: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”. En otras palabras, algunas de las personas a las que el apóstol Pablo se dirigía habían experimentado la cura de Dios para el alcoholismo. Así, amigo mío, si estás atrapado en el hábito de consumir bebidas fuertes, por favor, ten presente que Jesucristo puede liberarte. Para vencer cualquier pecado, debemos obtener la ayuda de Dios, y sin duda eso es cierto para la persona que busca liberarse del hábito de beber.

El mejor objetivo terapéutico para las personas propensas al consumo de bebidas alcohólicas es la abstinencia total. Cuanto más tiempo se abusa del alcohol, más difícil es cambiar el comportamiento. ¿Por qué no decides hoy decirle sinceramente al Señor Jesús: “Ven y cambia mi vida; dame descanso de este anhelo que hay en mí”? Jesucristo es el gran Emancipador que puede liberarnos de la esclavitud del pecado. Él vino a predicar la “libertad a los cautivos” (Lucas 4:18), y sin duda puede liberarte. Cuando tomes una decisión con tu voluntad y te propongas cumplirla, obtendrás un sentido de propósito en la vida y te sentirás limpio por dentro. Se puede lograr si realmente lo deseas. Tenemos un Dios misericordioso que te perdonará si vienes y te arrepientes de tu mal hábito. Dile a tus antiguas amistades que a partir de ahora vas a servirle al Señor. Dale la espalda al alcohol y acércate a un Salvador dulce y misericordioso. Jesús dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

 

Usado con permiso de Bible Helps: https://biblehelpsinc.org/publication/the-cure-for-alcoholism/

 

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