¿De qué manera los apasionados de 25 años se vuelven fructíferos a los 45?

—Merle Burkholder

A los veinticinco años, la vida es como una hoja de papel en blanco, llena de ambiciones, sueños y posibilidades casi infinitas. Las décadas se extienden hacia el futuro y ofrecen múltiples opciones. Los libros, medios de comunicación y educadores nos dicen que podemos hacer o llegar a ser todo aquello que deseemos, y lo aceptamos como verdadero. Sabemos que podemos lograr grandes cosas y quizás incluso cambiar el mundo.

Ahora bien, la vida sucede día tras día, mes tras mes y año tras año. Las dificultades llegan y perdemos la esperanza de ver realizados nuestros sueños. Entonces, caemos en una rutina de trabajo y vida social. Luego, antes de darnos cuenta, tenemos 45 años y miramos hacia atrás con nostalgia —y tal vez con arrepentimiento— por no haber perseguido nuestros sueños con seriedad. Podemos volvernos cínicos y culpar a otros por no haber podido concretar nuestros planes. Pensábamos que íbamos a ser fructíferos y realizados, pero no resultó así.

Una vida fructífera es aquella que da gloria a Dios y cumple los propósitos por los cuales él nos colocó en la tierra. Al final de su vida en la tierra, Jesús dijo: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (Juan 17:4). ¿Cómo llegamos al punto de poder hacer una declaración similar? ¿Qué nos da derecho a decir: “Estoy realizando la obra que me encomendaste”?

A continuación, te presento algunas sugerencias para que conviertas tus ambiciones y sueños en una vida fructífera.

Define el éxito – ten una declaración de misión personal

Nadie se encuentra en esta tierra por accidente o sin propósito. Dios te colocó aquí “para un tiempo como este”. Él te dio dones y te ubicó en un país, una comunidad y una familia por una razón.

Es conveniente que tomes tiempo para reflexionar sobre lo que Dios quiere hacer con tu vida. ¿Qué tipo de persona quiere que seas? ¿Cómo podría usarte para que glorifiques su nombre?

Te animo a que busques un tiempo a solas y te hagas algunas preguntas:

  • ¿Cómo me gustaría que me describieran mis amigos y familiares?
  • ¿Cuál sería lo más significativo que podría contribuir al mundo con los dones que Dios me ha dado?
  • ¿Qué cualidades de carácter valoro profundamente y deseo ver reflejadas en mi vida?
  • ¿Quiénes han sido modelos a seguir? ¿Por qué me inspiran? ¿Qué aspectos de sus vidas quisiera reflejar en la mía?
  • En los próximos tres a cinco años, ¿en qué aspectos espero madurar en mi relación con Dios, mi familia, amigos, colegas y comunidad?
  • ¿Cuál será el centro de mi vida? ¿Para quién o para qué voy a vivir?
  • ¿Cuál será el carácter de mi vida? ¿Qué tipo de persona seré?
  • ¿Cuál será la contribución de mi vida? ¿A quién tengo el deseo más profundo de ayudar?
  • ¿Cuál será la comunicación de mi vida? ¿Cómo compartiré mi vida con otros?

Formula tus respuestas como oraciones que formen tu declaración personal de misión.

Veamos mi respuesta:

Creceré en mi relación con Dios y en mi experiencia de su señorío en mi vida. Proveeré cuidado y apoyo a mi esposa y familia. Trabajaré para animar a otros, ayudándolos a lograr éxito. Desarrollaré reservas de sabiduría, fortaleza espiritual, entendimiento y amor que bendigan a los demás.

Sé fiel en lo poco – construye hábitos en tu vida

Tu declaración de misión no se cumplirá en uno o dos años, ni quizás en una década. Necesitas metas específicas, medibles, ambiciosas, realistas y con límite de tiempo. ¿Qué esperas lograr en la próxima década, en los próximos tres años o en el próximo año? ¿Qué necesitas hacer cada semana o cada mes para avanzar hacia tus metas?

Después, transforma estas metas en acciones concretas que incluyas en tu calendario. Son pasos pequeños que, con el tiempo, te llevarán a donde deseas estar. No necesitas asistir a un taller ni tomar un curso que de repente te transforme en la persona que Dios quiere que seas.

La fidelidad en las cosas pequeñas lleva a logros significativos. Creo que los hombres y las mujeres que hoy consideramos gigantes espirituales no se propusieron serlo. Sencillamente, se levantaron cada mañana y cumplieron fielmente lo que Dios les encomendó. Muchas veces repitieron cosas pequeñas y aparentemente insignificantes, y eso los llevó a la grandeza a nuestros ojos.

Te animo a que busques la fidelidad más que la grandeza. Construye hábitos en tu vida. Sé fiel en practicar las disciplinas y hábitos que te ayudarán a ser la persona que Dios quiere que seas y hacer las cosas que él quiere que hagas.

Dile que “sí” a Dios – que tu respuesta predeterminada sea “sí”

Dios busca personas fieles. Él sabe que quienes son fieles en lo poco también lo serán en lo mucho. Cuando Dios abre puertas, debemos estar dispuestos a atravesarlas.

Puede parecer algo insignificante —limpiar la iglesia, ayudar a un niño con la tarea, enseñar una clase de escuela dominical— pero cuando estamos dispuestos a hacer las cosas menores, Dios nos confía responsabilidades mayores.

A veces nos excusamos de hacer las cosas porque tememos o pensamos que podemos fracasar. Sin embargo, buscamos aventuras en otras áreas de la vida. Servir a Dios es un andar de fe, una verdadera aventura. Hacemos cosas para el reino de Dios, no porque sepamos que podemos, sino porque sabemos que Dios puede y que él nos usará.

Si nuestra respuesta predeterminada a las oportunidades que Dios nos da es un “sí”, terminaremos haciendo cosas sorprendentes.

Busca mentores – aprende de quienes tienen experiencia

Afortunadamente, no tenemos que aprender todo por cuenta propia. El libro de Proverbios se basa en la idea de que la sabiduría puede transmitirse de una generación a otra. Podemos aprender de quienes vivieron antes y edificar sobre su conocimiento y experiencia.

Pablo le escribió a Timoteo lo siguiente: “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor” (2 Timoteo 3:10-11).

Necesitamos relaciones intergeneracionales sanas y formativas. Podemos aprender mucho de aquellos que han recorrido el camino antes de nosotros. Te animo a buscar un hombre o mujer mayor a quien respetes y dialogues a menudo con esa persona. Hazle preguntas sobre su andar con el Señor y sus experiencias .

Niégate a ti mismo – haz que tu vida se trate del reino de Dios

A menudo, pensamos demasiado en nosotros mismos. Jesús dijo que los dos grandes mandamientos son amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos. Toda la ley y los profetas dependen de estos dos mandamientos.

Para encontrar plenitud en la vida, debemos cambiar nuestro enfoque del yo hacia el reino de Dios y los demás. En las palabras de Jesús: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:25).

Nuestra perspectiva suele centrarse en nuestra vida terrenal, pero esta es muy corta en comparación con la eternidad. Si vivimos con una perspectiva de lo eterno, entonces aquello que tendrá valor dentro de mil años será lo más importante hoy.

Es fácil enredarse en lo urgente del día a día y perder de vista lo importante desde una perspectiva eterna. Jesús les dijo a sus discípulos: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 4:35). También nosotros encontraremos plenitud cuando levantemos la mirada de la rutina diaria y veamos las cosas desde la perspectiva de Dios.

Conclusión

¿Por qué Dios te colocó en la tierra en este momento y en este lugar? ¿Cuál es la obra que él tiene para ti?

No caigas en una rutina vacía centrada solo en ti mismo y en el presente. Busca la dirección de Dios para saber cómo puedes ser útil en sus propósitos del reino. Esfuérzate por levantar la mirada y ver el mundo con una perspectiva eterna.

Hay mucho por hacer en nuestro mundo. Muchas cosas no están como deberían. En la oración del Padrenuestro se nos enseña a orar de la siguiente manera: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Si esto va a suceder, será por medio de ti y de mí, como siervos de Dios y embajadores del reino, llevando las Buenas Nuevas del evangelio de Jesucristo a un mundo sin rumbo.

Vivir con ese enfoque nos ayudará a pasar de ser apasionados de 25 años a ser fructíferos de 45 años que puedan decir: “Estoy realizando la obra que me encomendaste”.

*Tomado de www.anabaptistperspectives.org. Usado con permiso. https://anabaptistperspectives.org/essays/how-passionate-25-year-olds-become-fruitful-45-year-olds/