Confianza en los caballos
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—Lorenzo Ebersole
Hace poco, en mi lectura personal de la Biblia, me encontré en el capítulo dos de Isaías, palabras de juicio sobre Israel.
“¡Ustedes han traído costumbres del oriente! ¡Han aceptado la brujería! ¡Han formado alianza con los paganos!” (Versículo 6 en mis propias palabras).
Casi puedo escuchar la voz tronante de Jehová y sentir su enardecida indignación. Estas prácticas no eran asuntos que tratar con liviandad. El versículo siete sigue con el mismo tono de denuncia.
“Su tierra está llena de plata y oro, sus tesoros no tienen fin. También está su tierra llena de caballos, y sus carros son innumerables”. Luego, el resto del pasaje trata el problema de la idolatría y la soberbia. Jehová advertía claramente a su pueblo de las consecuencias de la desobediencia.
Sin embargo, una frase generó preguntas en mi mente: “tierra llena de caballos”. ¿Tierra llena de caballos? ¿Por qué era un problema esto? ¿Acaso no era permitido criar y usar animales que Dios mismo había creado para el hombre? ¿Por qué mencionar a los caballos en un contexto tan negativo? A continuación, quisiera presentar lo que creo que es la respuesta a esta pregunta. También (en otro artículo) quiero compartir lo que eso significa para nosotros.
En Deuteronomio 17 encontramos ciertas instrucciones de Dios para los que después serían reyes en Israel. Hubo estas restricciones para el rey: no debía aumentar para sí caballos, no debía tener muchas mujeres ni amontonar plata u oro en abundancia. Es más, todos los días de su vida debía leer de una copia de la ley que él mismo había copiado del original de los sacerdotes. (Observa que había leyes restrictivas y proactivas).
Más adelante en la conquista de Canaán, sucede algo importante que da forma a esta enseñanza. En el libro de Josué 11, el pueblo de Israel enfrenta la alianza de Jabín con los otros reyes amorreos y hay un ejército formidable con “mucha gente, como la arena que está a la orilla del mar en multitud, con muchísimos caballos, y carros de guerra”. (Obviamente usaron los caballos para movilizar los carros de guerra). Ante esta situación alarmante, Jehová habla con Josué y le dice: “No tengas temor de ellos, porque mañana a esta hora yo entregaré a todos ellos muertos delante de Israel; desjarretarás sus caballos, y sus carros quemarás a fuego” (Josué 11:6).
Al seguir la historia, nos damos cuenta de que Josué cumplió con las palabras de Jehová al pie de la letra. Todos esos hermosos animales fueron desjarretados, es decir, les arrancaron los tendones de las patas traseras. De esta manera, quedaron rencos e inservibles al menos para la guerra.
Una vez más en la historia de los reyes de Israel encontramos a un rey desjarretando caballos. Cuando David derrota a Hadad-ezer, rey de Soba, captura parte de los caballos del enemigo que luego desjarreta. En esta ocasión, no fueron desjarretados todos los animales, sino que David deja sin desjarretar suficientes para cien carros.
El siguiente rey de Israel, Salomón, desatendió completamente los mandamientos de Deuteronomio 17. Aumentó muchísimos caballos, tuvo demasiadas mujeres y amontonó tanto oro y plata que llegó a ser tan común como las piedras en Jerusalén. ¿Habrá razón alguna de preguntar por qué Salomón al fin renunció a su Dios y cedió a la idolatría?
Al parecer, después de Salomón, los reyes del pueblo de Dios usaban caballos sin darle mucha importancia al asunto. Acab iba a buscar pasto con su siervo para conservar con vida a los caballos y mulas (1 Reyes 18:5). Jehú fue conocido como conductor impetuoso de su carro de caballos (2 Reyes 9:20-33). Atalía perdió la vida en el camino por donde entraban los que venían montados a caballo a la casa del rey (2 Reyes 11:16). Y hay muchas referencias más a otros reyes de Israel y de Judá que usaron caballos en diferentes ocasiones —los reyes buenos y malos por iguales—. Según parece, los caballos llegaron a ser muy comunes. Sí, la tierra se llenó de caballos, y Jehová no estaba conforme con esta situación.
Ahora pensemos en la pregunta: ¿Cuáles eran las posibles razones por las cuales Jehová había prohibido los caballos? No creo que haya sido algo completamente arbitrario de parte de Jehová. Había asuntos de corazón que acompañaban al caballo. Algunas citas en los Salmos subrayan lo que considero ser la raíz del asunto.
“Éstos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria” (Salmo 20:7).
“Vano para salvarse es el caballo. He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen” (Salmo 33:17a, 18a).
“A tu reprensión, oh Dios de Jacob, el carro y el caballo fueron entorpecidos” (Salmo 76:6).
Jehová es Dios celoso. No permite que alguien ande a medias con él. Él pide toda confianza, lealtad y adoración de su pueblo. Dios conocía la predisposición humana de poner su confianza en otras cosas.
Pensemos un poco en lo que significaba el caballo antes de la revolución industrial. El ejército que contaba con caballos tenía una ventaja marcada sobre sus enemigos que andaban a pie. Desde una perspectiva humana, el caballo era el factor que podía marcar la diferencia entre victoria o derrota, riqueza o esclavitud, vida o muerte. ¿Cómo se sentía Jehová cuando su pueblo depositaba su confianza en simples caballos? Dios quería evitarle este tropiezo a su pueblo.
Jehová quería dejar muy claro su poder ante las naciones. En repetidas ocasiones, los reyes paganos con ventaja militar perdían ante el pueblo fiel de Dios. ¿Por qué? La respuesta es obvia, y a los ejércitos paganos muchas veces les fue muy obvio también. Jehová de los ejércitos peleaba por su pueblo. ¡Y qué bendición cuando su poder y su gloria fue exhibida a todo el mundo!
¿Qué implicaciones tiene esta enseñanza para nosotros? Dios es el mismo Dios, y como seres humanos seguimos con las mismas tendencias. Por tal razón, creo que hay asuntos paralelos hoy día. En otro artículo quisiera examinarlos.