Halloween
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Estamos en la época del año que siempre me incomodaba en mi niñez. Casi en todo lugar público —desde el supermercado hasta la clínica dental— se exhibían decoraciones horribles de esqueletos, fantasmas, huesos y telarañas. Aquello parecía empeorar cada año. Todavía recuerdo vívidamente el miedo y desagrado que sentía al ver aquellos cuadros con apariencia diabólica. Cuando yo tenía quince años, nos mudamos de los Estados Unidos a Honduras, y para mi sorpresa: ¡No existía Halloween en Honduras! Sin embargo, veinticinco años después, he notado que Halloween se ha introducido un tanto. ¿Cuál debe ser nuestra respuesta a ello?
Primero queremos examinar el origen de esta tradición. ¿Dónde y cómo comenzaron estas prácticas tan horrendas? ¿Cómo es que, teniendo raíces católicas, se celebra Halloween ampliamente en Estados Unidos, y en Latinoamérica no tanto? ¿Nos conviene participar en las prácticas de Halloween? ¿O tiene vínculos con el satanismo?
El nombre “Halloween”, se deriva de “All Hallows Eve” y significa Víspera de Todos los Santos. Halloween, celebrado el 31 de octubre, precede el Día de Todos los Santos, un día observado por los fieles católicos en todo el mundo.
La historia de Halloween
El pueblo céltico —en lo que ahora es Irlanda— antiguamente celebraba un festival al final de sus cosechas en el otoño: Samhain. Esta fiesta a finales de octubre era una época de mucho temor, porque se creía que los espíritus de los finados regresaban para habitar las casas donde vivían antes. Por esta razón, los celtas encendían fogatas de noche para espantar estos supuestos espíritus. También colocaban nabos esculpidos en forma de muecas de demonios en las ventanas, y vestían pieles, y a veces cabezas, de animales. Buscaban usar cualquier tipo de espanto con el fin de que los espíritus de los muertos no poseyesen sus casas.
Cuando llegaron los misioneros católicos a Irlanda, sucedió lo mismo que siempre ha sucedido dondequiera que ha llegado el catolicismo: mezclaron las tradiciones paganas con algunas prácticas católicas. Se celebraba una vigilia la noche anterior al Día de Todos los Santos para hacer rogativas por las almas en el purgatorio. En esta forma sincretista, nació Halloween.
En el siglo XIX, inmigraron muchos irlandeses a Estados Unidos, trayendo sus tradiciones consigo. Siguieron esculpiendo caras de demonios en frutas otoñales —esta vez calabazas—. Estas se ven hoy en las ventanas de muchas casas en Estados Unidos. Dentro de estas sonrisas demoníacas, colocan candelas para que brillen en la oscuridad. Siguieron con los espantos. Las pieles y cabezas de animales se fueron cambiando por esqueletos, telarañas y figuras de brujas, entre otros. Reina el miedo en la noche de muerte.
Cuando anochece el 31 de octubre, en casi todos los pueblos de los Estados Unidos, salen grupos de niños —católicos y no católicos— vestidos de espanto y toda especie de forma diabólica. Estos grupos de niños van de casa en casa pidiendo dulces. ¡Ay de aquel que no les regale nada! A veces enlodan la puerta o restriegan jabón en las ventanas. Recuerdo ver papel higiénico que decoraba más de algún arbusto, o depósitos de correo destruidos por los pequeños terroristas.
Nuestra respuesta a Halloween
¿Cuál debe ser nuestra respuesta a Halloween? Muchas iglesias apoyan tales actividades nocturnas. Incluso los psicólogos razonan que esta noche de miedo y muerte es necesario para el desarrollo humano. Es muy claro que esta fiesta tiene raíces paganas con un enfoque en la oscuridad, el miedo y la muerte. ¿Nos podrá caber duda alguna de que es una fiesta satánica? Por si queda esa duda, a continuación, presento varios principios bíblicos que nos ayudan a entender la importancia de rechazar estas prácticas.
- En el cristianismo no cabe la mezcla con la maldad. Jesús nunca ofreció un camino mejor por hacer una mezcla con la maldad que ya había. Su mensaje tajante fue “sígueme”, lo cual implicó un cambio drástico de dirección y de actividad para cualquier discípulo sincero. ¿Habrá cambiado el mensaje? No. Los que siguen a Cristo están dispuestos a realizar un cambio cultural. Toda práctica se examina a la luz de la Palabra de Dios y sus verdades eternas. Lo que no se ajusta: ¡termina afuera!
- En el cristianismo no cabe fiesta que honra las tinieblas. “Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él” (1Juan 1:5). ¿Por qué celebrar una fiesta que honra la oscuridad si nuestro Dios es lo opuesto? Además, “los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19). El pecado y las obras de la carne se asemejan a las obras de las tinieblas en Efesios 5:11: “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas”.
- En el cristianismo no cabe celebración que infunde miedo. Existen dos fuerzas psicológicas que sirven para unir la sociedad: el amor y el temor. Piensa en cualquier relación humana: la del padre con su hijo, vecino con vecino, feligrés con su pastor, delincuente con policía, súbdito con dictador. Piensa en nuestra relación con Dios. En algunas relaciones predomina el amor; en otras rige el temor. Quizá en toda relación humana existen los dos, pero en una relación perfecta, predomina el amor. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1Juan 4:18). ¿Por qué celebraríamos el temor? Celebremos el amor.
- En el cristianismo no cabe celebración que enfoca la muerte. Nuestro Señor Jesús sufrió la muerte para vencerla, pero no celebramos un Cristo crucificado. ¡Nos regocijamos en un Cristo resucitado! “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15:55).
En conclusión, quisiera decir que me siento agradecido que en Latinoamérica no predomina la fiesta pagana de “Halloween”. Cerremos la puerta ante toda práctica que no concuerde con la verdad de Dios.
—Lorenzo Ebersole