La conquista española en Hispanoamérica y sus efectos en la cultura actual

—Lorenzo Ebersole

Es indiscutible que los eventos de la historia hasta hoy siguen ejerciendo cierta influencia sobre nosotros como sociedad y personas. Y esta es una de las razones por las que me interesa el estudio de la historia. ¿Qué factores históricos han ejercido una influencia sobre mí? En vista de estos factores, ¿cómo debo ajustar mis decisiones hoy día? ¿Qué significan estas influencias para las generaciones futuras?

Hace poco, en preparación para un tema en un instituto de maestros, realicé un estudio sobre la conquista española y sus efectos en la cultura hispanoamericana. No puedo sino reflexionar al ver tantos efectos cascada que al parecer todavía impactan nuestra sociedad. Comparto mis observaciones con el deseo de generar diálogo y te animo a dejar tus comentarios al pie de esta página.

La realidad de la conquista española

En el año 1492, cuando Cristóbal Colón descubrió las Américas, los españoles iniciaron un programa de conquista que se volvería intensivo. A diferencia de la colonización inglesa, los españoles, además de fundar colonias, buscaban con avidez las abundantes riquezas del Nuevo Mundo. La conquista española procuraba extraer metales preciosos del Nuevo Mundo para llevarlos al Viejo Continente. 

La conquista de las islas del Caribe avanzó rápidamente a partir del primer viaje de Colón. Para el año 1521, Hernán Cortés ya había sometido a Tenochtitlán y al imperio azteca en lo que hoy es México. En 1533, en lo que hoy es Perú, el inca Atahualpa muere a manos de Francisco Pizarro. Muchos otros hombres también reclamaron territorios del Nuevo Mundo, de modo que, hacia la mitad del siglo XVI, la etapa inicial de la conquista se había completado.

¿Cómo lo lograron? Entre varios factores, no hay duda de que las armas de fuego y los caballos les dieron ventaja sobre la población indígena. Por otra parte, las enfermedades traídas por los peninsulares mismos se ensañaron con las poblaciones indígenas. 

Además de la superioridad del lado de los conquistadores debido a los avances del Viejo Continente, podemos suponer que los impulsaba un celo religioso. En una de sus cartas al rey Fernando, Cortés menciona la terrible práctica del sacrificio humano entre los mexicas, y señala que se hacía necesario convertirlos al catolicismo. Por supuesto, su “conversión” no sería sino una sumisión forzosa. Las crueldades de los sacrificios humanos fueron reemplazadas por los métodos crueles de los conquistadores. 

España era una potencia mundial con un considerable poder militar y dondequiera que llegaban los exploradores españoles izaban la bandera española. Ningún otro país europeo podría reclamar el territorio sin provocar una confrontación con España. De esta manera, España consolidó su poder en Hispanoamérica.

¿Qué efectos se desencadenaron en las poblaciones de América a raíz de la conquista española? ¿Será que los trastornos sociales de la conquista todavía repercuten por toda Hispanoamérica?

La muerte de la población indígena

Una realidad traumática para las culturas nativas de las Américas fue la muerte de los indígenas. Hubo guerras y conflictos en los que muchos murieron. Muchos más murieron como esclavos de los españoles. Sin embargo, la mayor parte de la población indígena murió de enfermedades contagiosas que portaban los mismos españoles. Fue tal la situación que se estima que en los primeros cincuenta años de la colonización española murió el noventa por ciento de la población indígena. 

Es difícil calcular lo que esto significó para la misma sociedad emergente del Nuevo Mundo. Lo que sí sabemos es que la escasez de mano de obra indujo la importación de esclavos africanos. También sabemos que la falta de población indígena en lugares como Costa Rica exigía una forma de colonización más sostenible por parte de los españoles. (Por esta razón, hasta el día de hoy se nota un marcado elemento español en la población costarricense).

Quizá lo más sobresaliente de esta serie de acontecimientos es que nunca hubo una resistencia consolidada por parte de los indígenas con la que el europeo tuviera que lidiar, como fue el caso en el Lejano Oriente. En las Américas, los países europeos desempeñaron un papel predominante en el gobierno, la religión y la cultura. Hasta hoy, los países latinoamericanos siguen siendo peones de las grandes potencias del mundo. 

El catolicismo

Los españoles eran católicos celosos. Un sacerdote católico siempre acompañaba a los conquistadores en sus viajes para convertir a los indígenas a la “santísima fe católica”. Recordemos que la España del siglo XV se había unido bajo los reyes católicos para expulsar a los moros (los musulmanes africanos) del país, y así sucedió. Se había creado “la Santa Inquisición española” para mantener la pureza de la religión católica en España. Aunque en otros países europeos hubo fuertes corrientes protestantes, en España no se permitió.

En efecto, al extender sus dominios en las Américas, España impuso su religión a la población nativa. Para conservar la vida, los indígenas tuvieron que profesar la fe católica y ser bautizados. Es comprensible que los indígenas no cambiaron de pronto su cosmovisión por otra; sencillamente, fue imposible. Más bien, esta conversión forzada dio lugar a un conjunto de ideas y religiones sincretistas. Por ejemplo, muchos días festivos que los indígenas celebraban pasaron a tener nombres y fechas católicos.

A largo plazo, esta ideología impidió la libertad de culto en el Nuevo Mundo, una situación que no cambió hasta mediados del siglo XIX. Por ejemplo, los judíos no fueron bienvenidos a colonizar las Américas. No podían llegar los musulmanes. Solo los fieles católicos hallaban las puertas abiertas. Hoy en día, es un hecho que la religión católica todavía está muy ligada a la cultura latinoamericana. Pareciera que, por esto, aún hoy existe cierto recelo hacia otras culturas y religiones en Latinoamérica. Muchos rincones no se han expuesto a los extranjeros y sus nuevas ideas hasta en años muy recientes.

El mestizaje

Fue muy natural que los primeros conquistadores españoles tomaran por mujeres a las indígenas. ¿Qué hombre, privado de su mujer y ajeno a principios morales, no lo haría? Sin embargo, cuando nacieron estos niños, no se les aceptó como españoles ni como indígenas. Los llamaron mestizos. 

¿Y dónde cabían estos mestizos en una sociedad que solo reconocía dos clases sociales? No podían ser esclavos con el pueblo de sus madres ni podían gozar de los mismos privilegios que sus padres españoles. Esta población mestiza aumentó y, con el tiempo, fueron los artesanos, herreros y trabajadores que vivían por separado tanto de los españoles como de los indígenas. No podían heredar los beneficios de la posición de sus padres ni los de la tenencia de tierras de sus tribus maternas.

Podemos preguntarnos cuánto luchó esta primera generación mestiza por su identidad. Me imagino que muchos de estos jóvenes, hijos de españoles, deseaban ser españoles sin lograrlo. ¿Será que en esta generación nació el desprecio por la tez oscura, que todavía persiste en el ambiente mestizo de la cultura latinoamericana? ¡Qué herencia cultural de prejuicio se introdujo en esta etapa de la historia!

¿Será que este prejuicio humano exacerbó la distinción entre clases en Latinoamérica? Me parece que todavía se observa muy marcadamente este desequilibrio social en la sociedad de hoy. Y son los blancos los que suelen ser los más favorecidos…

Es posible que, junto con este mismo paquete del mestizaje, se introdujera el paternalismo que prevalece en la cultura latinoamericana. Mientras que los angloamericanos de origen alemán o inglés suelen ser más independientes, los latinoamericanos tienden a depender más de su grupo social. El primero suele ser del arquetipo del inventor individualista, muy motivado y orientado a la producción y la eficiencia. El segundo suele ser un seguidor más conformista, llevadero y orientado a las relaciones sociales. Ambas tendencias tienen sus debilidades y fuerzas, y cada una tiene su lugar en la sociedad. 

La mentalidad de cómo adquirir bienes   

Cuando los españoles llegaron a ser los amos del Nuevo Mundo, se situaron en la cúspide del poder social aprovechándose de la mano de obra barata de los indígenas. Esto les dio una enorme ventaja económica, y pareciera haber deformado el concepto del trabajo digno. Es difícil calcular los daños económicos que causó esta mentalidad. Por un lado, la existencia de una clase de personas (los españoles) que creyeron merecerse tales beneficios creó un segmento rico, pero holgazán. Por otro lado, la opresión de los indios tampoco les permitió desarrollar personalmente y experimentar frutos positivos de su trabajo. En este entorno cultural, se creía que la persona tenía que nacer con privilegio para disfrutar de una vida cómoda. Y el que no nace con tales privilegios se resigna a llevar el yugo maldito del trabajo penoso. 

Esta falsa dicotomía todavía suele persistir en la mentalidad latinoamericana. El catalizador para poder vivir bien no consiste en el trabajo arduo, el ahorro ni la eficiencia, sino en el simple hecho de haber nacido con este privilegio percibido. Esta mentalidad no fomenta la productividad ni el desarrollo personal. Al contrario, este fatalismo cultural (“Unos nacen con estrella y otros nacen estrellados…”) engendra desaliento, descuido y pereza. Aunque es cierto que hay grandes factores fuera de nuestro control que nos ayudan o nos obstaculizan económicamente, esta forma fatalista de resignarse a “la mala suerte” puede convertirse en un cáncer mortífero en la sociedad. ¡Dichosos los pueblos que premian el trabajo honrado y el sacrificio personal! 

Quizás otro legado que los españoles nos dejaron fue el engaño, la rapiña, la mentira y la opresión. ¿Vale la pena mentir y engañar para obtener ciertos fines de lucro? Los españoles pensaron que emplear esos métodos los situaba en la cima, pero con el tiempo esa actitud ha impactado nuestra cultura. Este tipo de mentalidad no es lo mejor para la construcción de una sociedad. Las sociedades prósperas que han existido son aquellas que premian la verdad y el trabajo honrado de las personas. 

El individualismo versus la comunidad

Otra diferencia cultural entre la cultura europea y la indígena ha sido la forma de responder al grupo en el contexto de la comunidad. Entre los europeos, se ha enfatizado la responsabilidad personal y la autonomía de las personas. Esta fue parte de la herencia grecorromana del mundo occidental. Entre los indígenas se ha enfatizado la unidad del grupo y el bien comunitario. Por eso, en muchos lugares de Latinoamérica, donde hoy predomina el elemento indígena, la comunidad es dueña de la tierra y actúa más como un cacicazgo del antaño. Para las personas con mentalidad europea, es difícil comprender esta gran verdad: “Somos miembros los unos de los otros”.

Conclusión

Al meditar sobre nuestro pasado y compararlo con la actualidad, podría parecer que predominan los factores negativos. 

A la vez, no todo fue negativo. Hubo hombres de Dios entre los españoles que se opusieron a las barbaries que estos cometían. Hubo una conciencia de parte de Dios, incluso entre quienes no le temían. Podemos estar agradecidos con Dios por haber permitido que España colonizara el Nuevo Mundo y no los moros. ¿Cómo sería Latinoamérica si existiera un elemento predominante musulmán? Ni pensarlo.

No podemos comprender el cuadro completo de los efectos de la conquista española sobre la cultura latinoamericana, pero sí podemos saber que Dios, incluso hoy, sigue usando las decisiones humanas para llevar a cabo sus propósitos en el mundo. En nosotros, como seres humanos, queda tomar decisiones sabias en obediencia a los principios establecidos por Dios, porque de esta manera nosotros y nuestra posteridad podremos disfrutar de la bendición de estas decisiones. 

La misma decisión que enfrentó el pueblo israelita en los últimos días de Moisés es la misma que enfrentamos nosotros hoy: 

“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30:19).