¿Vengo de los monos?

¿De dónde vengo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué sentido tiene la vida?

Las Escrituras ofrecen respuestas satisfactorias a estas preguntas. Y los que hemos puesto nuestra confianza en el Dios de las Escrituras vivimos alentados por una esperanza viva en un porvenir glorioso. Sin embargo, reconozco que muchos jóvenes inteligentes hoy día desconocen por completo el mensaje de las Escrituras. Se han expuesto únicamente a la retórica darwiniana y han puesto su fe en lo que conocen como ciencia. No se dan cuenta de que la evidencia del mundo natural, sometida al escrutinio científico, respalda el relato bíblico sobre el origen de la vida y mucho más.

Muchos hombres y mujeres viven sin esperanza puesto que no hay un Dios trascendente, creen ellos. Nuestra existencia no tiene propósito ni dirección. Nada ni nadie en el cosmos sabe de nuestra existencia y, por supuesto, al cosmos tampoco le importa. Tú que lees estas palabras un día vas a morir, y ni siquiera tendrás memoria de tu anterior existencia… Eso creen muchos.

Quiero invitarte a pensar un poco, y te invito a considerar el relato bíblico en vista de la evidencia natural que nos rodea. La ciencia secular nos ha hecho creer que la ciencia y las Escrituras son incompatibles, lo cual es un mito.

Déjame decirte que tanto la teoría de la evolución como el cuadro bíblico son relatos. Sí, son narraciones de lo que sucedió en el pasado distante o no muy distante. Es decir, son historia. Ambos relatos establecen hechos verdaderamente milagrosos y supernaturales; hechos que desafían por completo nuestra capacidad de comprensión, como el origen del cosmos o el origen de la vida. Sí, nos cuentan de acontecimientos que desafían por completo el marco naturalista con el que los evolucionistas están tan comprometidos. La teoría de la evolución no representa una cadena de hechos científicamente comprobados. Al contrario, es una compleja narración que intenta reconstruir lo que se especula que sucedió a través de miles de millones de años. Y algo más, dicha narración rehúsa reconocer la intervención de un ser supremo y trascendental como el Dios de las Escrituras. 

Si ambas narraciones son historia, ¿por qué no considerar la evidencia de manera objetiva y ver cuál relato encuentra apoyo en el mundo natural que nos rodea?

La ciencia misma nos enseña que todo efecto tiene una causa, la información viene de la información, y la vida viene de la vida. Además, hemos aprendido que los lenguajes necesarios para transmitir información, como el contenido en el ADN, son productos de la inteligencia. Por lo tanto, la narración evolutiva, muy a contrapelo de la ciencia misma, nos pide creer en algunos “milagros” mientras rehúsa leer objetivamente la evidencia cuando esta demanda un creador inteligente y trascendente. 

La invitación es muy sencilla: Acércate a la evidencia con una mente objetiva, estudia ambos relatos, y determine cuál encuentra respaldo en el mundo natural que nos rodea. Te darás cuenta de que el darwinismo no es tan científico como creías, y descubrirás que el relato bíblico compagina muy bien con lo que puedas observar.

Los mecanismos propuestos por la evolución, como las mutaciones aleatorias y los procesos de selección natural, no pueden explicar los astronómicos incrementos de información y complejidad necesarios para llegar desde las moléculas hasta el hombre.

La evolución es un compromiso ciego y caprichoso con el naturalismo. Es decir, la evolución no acepta la intervención de un Ser trascendental porque… Sencillamente porque así lo han decidido. Es más fácil pisotear la evidencia que señala a un Dios creador que aceptar su señorío sobre nuestras vidas. Algunos llegan al colmo de asegurar que, aun en el supuesto de que exista un diseñador inteligente detrás de todas las formas de vida, la existencia del diseñador mismo tendría que haber surgido mediante procesos meramente naturales. Esto es absurdo, me parece. 

Los que “ignoran voluntariamente”.

“Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra” (2 Pedro 3:5).

Supongo que existe el ateo enconado que “ignora voluntariamente” que los accidentes, el azar y las mutaciones no producen orden. Que los procesos de selección natural son precisamente lo que el término indica, selección dentro de un acervo genético dado, y por lo tanto no justifican ningún aumento en información o complejidad. Que la ciencia deja de ser ciencia cuando se aleja de las metodologías científicas para adentrarse en la especulación sobre el origen de la vida y el cosmos. Sin embargo, me dirijo aquí a quien ha puesto su fe en la ciencia secular sencillamente porque nunca ha tenido la oportunidad de exponerse al relato bíblico, o nunca ha recibido la invitación.

Adaptación al medio

Los creyentes en Jesús el Cristo y en las Escrituras reconocemos sin dificultad que existe lo que podríamos llamar microevolución. Es decir, los cambios dentro de una especie que pueden ocurrir en períodos de tiempo relativamente cortos. Esto es un proceso observable, algo que la ciencia puede constatar. Sin embargo, dichos cambios no echan mano de lo que no se encuentra en el acervo genético existente para determinada especie. No obedecen, en ninguna manera, a mecanismos capaces de crear información y complejidad para llevarnos desde las moléculas hasta los seres humanos, y esto sin importar los gigantescos períodos de tiempo que se nos ocurra intercalar. No importa si decimos que la vida se originó hace 3.500 millones de años o si triplicamos esa cifra. ¡Da igual!

La ciencia ha “evolucionado”

Dichosamente, la misma ciencia ha logrado avances que ponen de manifiesto, cada vez más, el escaso rigor científico de la teoría de la evolución misma. Nada ha minado tanto los fundamentos de la evolución como los mismos avances científicos. Incluso existe hoy día una gran cantidad de respetables científicos que ponen en duda todo el modelo darwiniano. Un sitio como https://dissentfromdarwin.org/ registra muchas de estas voces que proponen lo que ellos llaman el diseño inteligente. En muchos casos, los proponentes de esta postura no son creyentes en el Dios de la Biblia. Sencillamente son científicos que se ven obligados a reconocer que la complejidad de lo que conocemos no puede explicarse mediante los trillados mecanismos de la evolución darwiniana: mutaciones aleatorias y selección natural.

Por otra parte, hay una cantidad creciente de científicos que no duda de identificarse con el Dios creador y defienden la veracidad de las Escrituras. Lo invito a conocer ministerios creacionistas y rigurosamente científicos como https://creation.com/, https://answersingenesis.org/es/ y otros.

El mismo desarrollo científico que ha expuesto las debilidades de la evolución también apuntala cada vez más el relato de las Escrituras. Hoy más que nunca, el desarrollo científico confirma más y más de lo que la Biblia ha dicho ya por mucho tiempo. Por ejemplo, el hecho de que todos descendemos de una misma pareja. Por cierto, a juzgar por la tasa de cambios genéticos entre generaciones que se observa hoy día, Adán y Eva vivieron en un pasado bastante reciente, como también nos lo indica el relato bíblico.

Repito, les dejo las presentaciones técnicas a la comunidad científica y creacionista que ya lo está haciendo muy bien. Sin embargo, estimado lector, permíteme reiterar lo obvio: la evidencia sugiere a gritos orden, belleza, propósito, origen, diseño, inteligencia. Y según las Escrituras, todo esto es de esperar, pues el universo es la obra intencional de un Dios trascendente. Identificar patrones de diseño, inteligencia y sabiduría en el mundo natural debería de ser la tarea más sencilla para cualquier científico. El universo lleva impresos la huella y el carácter de un creador de manera tan clara como una pintura delata al artista.

Por supuesto, las Escrituras nos revelan que la creación refleja el carácter mismo de Dios y sus atributos eternos como su amor y santidad. También nos cuentan qué sucedió en el principio, qué salió mal, y cuál es el plan de Dios para llevarnos a una “restauración de todas las cosas” (Hechos 3:21).

Sí, es la fe la que nos permite creer que un Dios omnipotente lo creo todo de la nada, y que lo hizo por medio de su palabra. Pero se requiere aún más fe para creer que todo surgió de la nada sin causa ni dirección ni propósito. Asegurar que la vida se originó de materia inorgánica y por accidente equivale a defender un hecho sin la más mínima explicación natural o material. Es decir, la evolución defiende milagros como este, pero rehúsa darle la honra al dador de la vida.

Un Dios trascendente, capaz de poner al hombre en este planeta y darle vida, no está atado por lo que tú decidas creer. Sin embargo, Dios sí respeta tus decisiones y te da lo que pides. ¿No deseas saber nada del Dios creador? Pues él no te obligará a compartir una eternidad con él. ¿Deseas conocerlo y encontrar respuestas a tus preguntas? El se revela a quien ponga en él su fe.

Las Escrituras no tienen ningún conflicto con la ciencia. Al contrario, nos revelan la Causa, la Fuente de la vida, el Programador del lenguaje y el Compilador de la información. Las Escrituras, no Darwin, nos revelan cuál es el origen de las especies y mucho más. La evidencia del mundo natural respalda esta revelación.

Por otra parte, las Escrituras también nos dicen que Dios envió a su Hijo para que el mundo sea salvo por él. Para alcanzar esa salvación es necesario creer y confesar que Jesús es el Señor, y que Dios lo levantó de los muertos. ¿Es esto un asunto de fe? Sí, lo es. Pero es también la decisión más sensata que puedas tomar con base en la evidencia abrumadora y el testimonio de las Escrituras. Por último, las Escrituras te extienden una sencilla invitación:

“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).

Notas:

  1. 1 Pedro 1:3
  2. Este artículo hace un uso atípico del término fe con relación a la teoría de la evolución para poner de manifiesto la necesidad del evolucionista de creer en lo que la ciencia no puede comprobar.
  3. Hechos 17:26; https://es.wikipedia.org/wiki/Eva_mitocondrial; https://es.wikipedia.org/wiki/Ad%C3%A1n_cromos%C3%B3mico
  4. Génesis 1, Efesios 1:23
  5. Salmo 19:1, Romanos 1:20
  6. Romanos 1:20
  7. Romanos 3:23-26
  8. Juan 1:4, Salmo 139:16
  9. Juan 3:17
  10. Romanos 10:9

?¿Tienes una pregunta?