¿Dónde está el vuelto?

—Gary Miller 

Cuando escogemos seguir a Jesús, no llevamos nada con nosotros. Nuestra vieja vida de ser dueños se acabó, y Jesús ahora es dueño de todo. Pablo, en su carta a la iglesia de Corinto, les recuerda que ahora son sencillamente el templo de Dios. Él debe tener el control completo. Les pregunta si no entienden que ¿no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios (1 Corintios 6:19-20).

Esta verdad debe tener un impacto profundo sobre nuestras finanzas. Esto significa que el dinero que tenemos en nuestras billeteras, el dinero en nuestras cuentas bancarias y las propiedades con nuestro nombre en el título no son nuestros, sino de Dios. 

Por tanto, ahora que somos mayordomos en lugar de dueños, ¿exactamente cuál es el papel del mayordomo? 

El papel del mayordomo 

A veces oigo a mi esposa pedirle a una de mis hijas que pase por el supermercado y compre unas cosas cuando vaya al pueblo. Ella normalmente le da a nuestra hija una lista de las cosas que necesita y un poco de dinero. Cuando nuestra hija recibe el dinero, he observado que normalmente no lo coloca junto con su dinero personal. Ella quizás carga una cartera, pero el dinero de mamá normalmente lo mete en el bolsillo del abrigo o en un lugar aparte para que no se mezcle con su dinero personal. ¿Por qué así? 

Este dinero se guarda aparte porque nuestra hija entiende que realmente no es suyo, aunque lo carga. Se le dio por un propósito específico, y no se debe usar para otra cosa. Todavía le pertenece a mamá. Al salir hacia el pueblo, mamá es la dueña y ella sencillamente es la mayordoma.

Cuando nuestra hija regresa y entrega las compras, mi esposa le da las gracias y luego le pregunta: 

—¿Dónde está el vuelto? 

Ahora supongamos que mi esposa le haya dado un billete de veinte dólares, y lo único que necesitaba era un bollo de pan y un galón de leche. Supongamos que el costo total de estas cosas fue de cinco dólares. Ella esperaría quince dólares de vuelto, ¿verdad? Ahora imaginemos el siguiente escenario cuando nuestra hija regresó a casa: 

—¿Gracias por hacerme las compras, ¿me traes el vuelto? 

—Aquí tienes, mamá. 

—¿Solamente dos dólares? ¿Cuánto costó el pan y la leche? 

—Cinco dólares. 

—Bueno, yo te di veinte. ¿Qué pasó con los otros trece? 

—Oh, se me olvidó mencionar esa parte. Pasé por una cafetería, y tienen una nueva bebida, un café frío con caramelo. Tiene pedacitos de hielo, diferentes sabores de café con leche y por encima crema batida. ¡Es muy delicioso! Y mientras estaba allí, no pude resistirme de comprar unos panes de arándanos rojos. Eran un poco caros, pero ¡tenían un sabor muy bueno! 

Ahora, ¿cómo respondería mamá? No sé cómo terminaría esta conversación en tu hogar, pero sé que en nuestro hogar, mamá no estaría muy contenta. Ella había confiado que su hija fuera mayordoma de su dinero, y su hija había fallado. Si se le hubiera desinflado un neumático o si hubiera tenido que comprar combustible, lo cual tuviera que ver con la misión, mamá habría entendido. Pero una bebida en una cafetería no califica. En algún momento, el dinero que consume el mayordomo en el placer personal se convierte en robo. 

Ahora considera cómo se aplica esta ilustración a tu vida. Dios ha confiado una porción de sus recursos a tu cuidado. Sus recursos pueden estar en tu cuenta bancaria o son tus posesiones. El propósito de Dios es que sus mayordomos usen una parte de estos recursos para sobrevivir. Cada uno de nosotros necesita comer, tener techo y comprar ropa. Dios entiende esto. Pero después de que estas necesidades están suplidas, ¿qué sucede con el resto de los recursos a tu cuidado? 

¿Dónde está el vuelto? 

Debemos tomar en serio la realidad de que algún día nos encontraremos con Dios. Cuando él revisa los abundantes recursos que ha confiado a nuestro cuidado, quizás tenga una pregunta para nosotros. Como en el escenario anterior, puede que nos pregunte: 

—¿Dónde está el vuelto? 

El dueño tiene todo el derecho de gastar su dinero como le dé la gana. Al fin de cuentas, ¡es su dinero! Pero el mayordomo supervisa bienes que no son suyos. Si podemos permitir que el Señor implante esta verdad básica en nuestros corazones, tendrá un efecto transformador en nuestras finanzas. La mayordomía no es solamente un concepto bonito; es una realidad en la vida de muchos creyentes del reino que toman en serio su andar con el Señor Jesús. 

 

Tomado de Kingdom-Focused Finances for the Family (Finanzas familiares enfocadas en el reino)

Publicado por TGS internacional, PO Box 355, Berlin, Ohio EE.UU. 44610

Usado con permiso 

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